miércoles, 17 de septiembre de 2014

Asimilación

No lo quería alejar, pero se mantenía esta vibra adentro mío, ese gruñido hondo queriendo ser atendido. Me sentía entre animal y diosa, entre sublime y enterrada bajo la tierra mojada, entre el arte y lo grotesco.
Lo huelo. Estaba delicioso.
Paso la mano por su espalda tibia, su piel suave, sentía su aliento en mi cuello y apareció ese impulso de darle un beso, y al acercar mi boca terminé delineándolo con mi lengua.
Apreté su hombro con mis dedos, se revolvía mi sangre, lo muerdo, el placer se mezcló con lo sagrado, elaborándose el altar más digno de belleza que se me antojaba, más arriba y más abajo de lo que logramos conocernos, de lo que mantenemos en el límite de lo que es humano.
Apreté un poco más, la sangre comienza a resbalarse, mi garganta comienza a llenarse, mastiqué su carne, lo piqué en pedazos, me sentí colmada, me sentí más alejada de mi vida... y más conectada con esa lejanía.

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