viernes, 19 de febrero de 2016

Exilio

Entran los fantasmas a la casa, los pacifistas y los vengadores, buscando el lado en el que todavía no estaban perdidos. Se cayó el cielo, lo he cortado y convertido en experiencia; ahora ya no lo merezco. Me he tornado en reto, en camino empinado y adquirible; ya mi nombre se expira, el éxtasis lo relaciono y la corteza se ha verbalizado. Me han exiliado los magos por creer que fuese pertinente; han destruido mi distancia para convertirme en afectada y dolorida, convertirme en miembro de la obra en vez de satisfecha espectadora. Me han arrebatado el arte de separarme y jamás estar presente, de meditar en las impertinencias, de inventarme un millón de nombres y apellidos para convertirlos en mi historia. Ya no hay escape ni escondite, ahora la falta se hace presente aunque nunca antes había querido demostrarse. Ahora lo eterno se da vuelta por completo y la impermanencia empieza a arder con furia y sin consuelo. Ya no hay donde guardar la belleza que con ilusión de niña iba recolectando, ya no hay espacio para la envoltura de cristal que iba creando para satisfacer mis obsesiones. Me quitaron el hogar que me cuidaba en el lado opuesto de la vida para desconfiar de mi descanso y verso, de mi perfecta distribución al lado de la periferia, de mi elixir inmaculado, de mi adorado tormento.