martes, 29 de mayo de 2012

Encomienda

Creí que con mi hambre alimenté a las ostras de algún reino, creí que convertí al espacio en calambres y el tiempo en los naufragios escondidos. Negué que había estado durmiendo para no asustarte en tus demoras, negué que había recorrido a mis impulsos para no admitir mi cobardía. que acostumbrarme me distrajo, que enloquecí al reconocerte y que abusé de mi impaciencia. Creí que ya había sido experta, que me asustaban tus gritos y mi encogida nostalgia. Creí que la ternura estaba extraviada, que ya me alucinaba cansada y que el recorrido era mi angustia... Creí que ya me había escrito y que ya tenía firma, negué que me sentí aliviada al recordar lo que es acomodarse y que mis rutas se iniciaron cuando escupí a la carretera, que mi brújula no apunta y que lloro ante sus flechas, que rezo oraciones a la resignación y los milagros me ruegan que sea libre, me cantan para que me duerma sin temblar y no vomite en las mañanas al recordar que había soñado ver mi reflejo entrar por la ventana. Negué que había olvidado mi nacimiento, que nunca tuve infancia y no recuerdo el rostro de mi desendencia, que me molesta que hablen lento y no soporto que tus dedos se quemen con mi penumbra. Creí que el peso era mi amigo, que memorizaba las conductas y que mi repertorio era increíble; creí que no me lo esperaba, que tu atención fue innecesaria y mi resumen más discreto... y ahora estoy respirando el cobre que oxidó mis recurrencias, para creer que no soy yo y que esto se arruina en mi esencia.

A la Lujuria

Me tienes rendida a tus pies, al vórtice caníbal de tu centro, insaciable desde su comienzo y destrucción de límites; estoy arrodillada a tu postura, a la peligrosa voluntad de tu escacez de periferias, a la armonía retorcida de tus anarquías y al aroma irreductible de tus muy lentas penetraciones.
Mi energía se incorpora al marco de tus impaciencias, al borde de la afinidad con tu traslúcida presencia; mi desconfianza se retuerce en la demora de mi suerte, en el entierro de mi servidumbre errante y tu aliento desconectado al margen de lo que es tangible.
Estoy ahogada en tu desgasto, en tu vanguardia amedrentada, y es que el espacio no me espera y el tiempo no ubica mis partes, me desahuciarion de esta cuerda y ahora cuelgo de tu sombra, de tus crueles distribuciones, el grito que ahora me repasa y me escasea de las reglas que otrora me configuraban.
Me estoy perdiendo en tu verguenza y en tu imposible compostura, sólo tú mueves mis flechas y coordinas mis empeños, que ya su cuerpo no está escrito con el verbo de esta raza, se terminó cuando firmó tu luz en mi garganta seca, y desde entonces se acostumbra a tu profundidad eterna.
Mi alma se ensanchó a la fuerza para aguantar tanta locura, para aguantar la magnitud de lo que ya estaba tragando antes que eso me tragara en mis nimias limitaciones. Mi oscuridad me queda grande pues supera mi destreza, porque supera cualquier forma que distraiga su belleza, y a veces olvido mi nombre, pero nunca tu descubrimiento, ya me he quedado sin opciones y tu voz ya no es un sueño, ni como una concurrencia, aunmenta sus contornos graves y su límpida presencia, se aprieta de mi nacimiento y besa mis insurreciones; y mientras más desaparezco siento más tus consecuencias, en el espejo mi reflejo se incorpora a tu reencuentro, el que se esconde de mi prisa y se hace cargo de todo mi desenfreno, el que se aprieta de mis muslos y dialoga con mis sentidos, el que me hace fallecer en la cima de su grandeza y me regresa renegada de todas las construcciones, el que no quiere mi piedad ni mi lucha con su alabanza...
Me tienes rendida a tus pies, arrodillada en tu salvaje trascendencia del coraje, postrada al labio que una vez rompió con mis puerilidades y que ahora con su perfección no deja de atormentarme.

jueves, 24 de mayo de 2012

Pocas destrucciones se salvan

Quiero volver a ser de noche y a no mirar la calle a los ojos, que mis respuestas se oxidaron en sus sueños derrochadores y sus estímulos se adueñaron del vacío que me asume.
Quiero volver a ser de noche y no escuchar a mi derrota, para esconderme del reflejo del abismo que me sobra y regalarme algún espejo involucrado en la paciencia.
Quiero asumirme hueca para inventar menos recesos, para no escuchar que estoy peleando y que estoy cada vez más lejos; los ritmos se desgatan cuando resbalan en mi cuello, ya no tengo reconocimiento y quiero reencontrarme a oscuras y sin una contraparte, sin enterrar lo que está enfermo todavía, sin rescatar algún descorcho de consuelo en mi terreno.
Quiero volver a estar en todos los rincones que la luna desconfía, en el techo en el que nadie duerme y en donde se alimentan caídas nunca antes escuchadas, en donde parar es un misterio insoportable y conectarse vuela el gasto de las acciones, donde la voz no me separa y no se esquiva al desespero, en donde no hay contornos ni aproximaciones y no huelo extraño y siempre estoy a tiempo; en donde el retorno me seduce y el despertar masturba mi inocencia siempre abierta, siempre con esa sospecha.
No quiero que las acciones noten mis hipocresías, que cuelgo de un hilo muy frágil y es inminente el momento en que vuelva a ser insoportable. No confío en mi destreza ni en los pasos que he marcado, y no me olvido del filo que creé desde mis tensiones, y que no deja que defina el curso que ahora me desnuda, que marca toda mi postura y suelta mi desobediencia, no deja que esté convencida de que resisto a la cordura.
Qué desgracia ha descubierto mi condena! Me corta la respiración un dedo que no tiene opciones, promete que ahora estoy criando huecos en mi vientre oscuro, que un credo me tiene rencor y la ilusión ya no me admira. Qué desgracia tan hermosa: no me deja tocar nada; no me resuelve ningún trato y traga todos mis refugios, le dice al resto que soy simple y no hay razón para inquietarse, que yo amanezco muy callada y duermo sin mis recompensas.