miércoles, 24 de abril de 2013

Para un amante

Transfórmame en tu espacio con tu pulso que no importa cuál sea la dirección yo me acomodo, me alargo con la orden de tu espasmo y la violencia que acumula mi desorden; porque estoy envuelta en tu verbena ensombrecida, le escribo nombres al borde del precipicio en que tus labios se convierten en adultos y hacen renacer eternamente mi caída, porque me tocas y me escondo, me describes con tu aliento como si solamente tú pudieses verme.
Estírame con la presión de mi torpeza, ubícame, acomódame, invéntame y retráctate un millón de veces para nunca terminarme, hazme partícipe de tu intolerancia para gritar hasta quedarme muda, arráncame de mi camino y suéltame donde prefieras, inquilino ecuestre de mi campo, querubín incómodo y oscuro, búscame siempre aunque me tengas en tus brazos, hasta que tu frente se convierta en la alfombra de mi habitación y tu penumbra la clave para desaparecer otras desconexiones.
Cóseme en el fondo de la espalda tu aroma de indomables rutas, que ya estoy despeinada y tiemblo, que tu cuello está buscando su guarida en el pozo que me ha envenenado cuando no te conocía... manicomio de ignorantes abadías, hunde tus espinas, cancela mis casos añejados y laméntame hasta yo cansarme de ser mía, que estoy corriendo maratones en mi lengua y mi corpiño, y me estoy tocando para apaciguar la construcción que haz comenzado en mi silueta, ésta que pasa cada noche recorriendo entre gemidos el camino de tu nombre.
Hombre de tierra, soldador de estrellas desahuciadas, ayúdame con tus piernas a sentir las raspaduras de lo que más me sostiene, desliza por mi espalda el dulce atropello de tu experiencia, invócame en tus madrugadas para nunca llegar tarde y conviérteme en tu resistencia... porque puedes destrozarme las ansias con ternura, fiel amante, que como un fénix volverán a renacer de sus cenizas.