martes, 23 de julio de 2013

Soledad

¡Ay, soledad! cómo estás tatuando espinas en mi frente... cómo eres la única que sabe pronunciar mi nombre, gitana de mis ojos angustiados, te posas firmemente en el valle de mis sacrificios para nunca dejarme repetirme más de un par de veces.
¡Ay, soledad! Cómo te haces digna de mi sexo maltratado... y me ves y me hago hermosa y reclamas que así lo he sido siempre. Cómo te encanta retorcerme entre tus brazos hasta quedarme dormida... y te reclamo las canciones de tragedia que has posado con orgullo en mi camino, aunque en el fondo me arrepiento porque sé que me has enseñado a soportarlo.
¡Ay! Cómo pocos llegan realmente a conocerte, cómo sé que soy tan tuya como tú eres mía, y mi columna se convierte en el lado derecho de tu cuerpo, y las palmas de mis manos en tu garganta llena de inocencia.
Me valoras de la misma forma en que me desespero, con la magia rezándole a mi eterna madrugada y con tu rastro en las marcas de las otras bocas que se han traducido en mis más hermosos desastres.
Curandera de nostalgias eternas y guardiana de tesoros de antaño, interpreta con tus alas mi presencia en esta incertidumbre para que así puedas orientar mi sangre hacia mi propio cielo. Colócale tus joyas a mi cuerpo, artista desterrada, que tu silencio se va convirtiendo en el cancionero de mi resistencia.