Te veo hipnotizando al suelo, acurrucado en mi ponzoña y alabando filos de otros murmuros como los que se nos retorcían cuando éramos pequeños. Te veo resbalando en mi lengua, pronunciando con tu vida el alud de mi enseñanza. Te veo caducado entre las formas que nos atropellan, y en tu cuerpo una palabra que me resucita al comenzarte. Te veo acariciando al sol con tus huellas y finalizando trazos con el pincel de nuestra nostalgia compartida, procurándome que todo sea más sencillo aunque mis gastos lo repliquen, conociéndome con tu reflejo inquieto aunque te canse. Si me estiro eres mi trance y si me harto, mi distancia. Si me rompo eres mis coplas de antaño y mi pasantía en las desnivelaciones, porque te amo con el orgullo de mi nacimiento y de tu piel inclinada y quieta palpitando entre mis manos siempre... aunque no te tenga cerca.